Brasilia, 15 de Diciembre de 1998
Así, el lunes 15 de diciembre de 1998 parte para la República Federativa de Brasil, en lo que será su primer destino en tal condición, acompañado de una reducida comitiva, integrada entre otros por quien fungió como su jefe de campaña electoral en Venezuela, el General de División del Ejército (r) Alberto Müller Rojas (posteriormente, designado Embajador de Venezuela en Chile). En Brasil es recibido en el Palacio de Planalto por el presidente Fernando Henrique Cardoso.
En este encuentro el Presidente electo de Venezuela plantea la posibilidad de acelerar el proceso de integración de Venezuela con el Mercosur, asomando la posibilidad que tal integración se produzca incluso, al margen de la Comunidad Andina de Naciones (CAN).
Según esta visión, Venezuela serviría como acelerador de la integración latinoamericana, en donde actuaría como una especie de bisagra entre el Mercosur, la Comunidad del Caribe (Caricom, por sus siglas en inglés), y la propia CAN; fundamentando este planteamiento en la ubicación geoestratégica de la nación venezolana al ser, al mismo tiempo, un país andino, amazónico y caribeño.
Este razonamiento trajo, por supuesto, inmediatas reacciones a favor y en contra, no solamente por parte de los técnicos venezolanos que se estaban ocupando de los distintos procesos de integración de los que venía formando parte Venezuela, sino también de los propios dirigentes de los países andinos.
Uno de los argumentos esbozados por el equipo del nuevo Presidente para mantener la posición asomada era que existían otras naciones del sub-continente latinoamericano que habían negociado esquemas de integración con Mercosur, citando al efecto los casos de Chile y Bolivia.
Ciertamente, aún cuando Chile ya no formaba parte de la CAN, había implementado un acuerdo de integración con Mercosur y, por su parte, Bolivia, que seguía siendo un país integrante de la Comunidad Andina, poseía otro mecanismo de integración con este esquema suramericano. Para la fecha, ya ambas naciones habían negociado Zonas de Libre Comercio (ZLC) con Mercosur: Chile desde 1996 y Bolivia desde 1995.
Quienes se oponían a este giro integracionista en la política exterior venezolana señalaban que por las profundas asimetrías existentes entre las economías de Venezuela y la de los países del Mercosur se requeriría de un largo y detallado proceso de negociación que en todo caso, era preferible dedicarlo al fortalecimiento andino, por el nivel de avances, ya logrados, en este último esquema subregional de integración.
Por otra parte, señalaban que, si bien era cierto que había existido gran laxitud en el proceso de consolidación de la integración andina, a partir del Protocolo Modificatorio del Acuerdo de Cartagena, más conocido con el nombre de Protocolo de Trujillo suscrito por los Presidentes en marzo de 1996, que entró en vigencia en junio de 1997, se había acelerado y consolidado el mecanismo de integración andino en la mayoría de las áreas de la relaciones intracomunitarias.
Al efecto, la CAN para la fecha ya había iniciado gestiones para la conformación de Zonas de Libre Comercio con otros bloques subregionales latinoamericanos, incluso con el propio Mercosur, así como con el Mercado Común Centroamericano y Caricom; adicionalmente, también a nivel bilateral con Panamá, amén de un mecanismo de cooperación que ya poseía con Europa.
En este sentido, además se citó que, a partir del X Consejo Presidencial Andino, celebrado en la ciudad de Guayaquil los días 4 y 5 de abril de 1998, los Presidentes instruyeron a sus respectivas Cancillerías para que iniciasen la formulación de una política exterior andina comunitaria, habiéndose logrado avances concretos en esta materia; de hecho, la CAN ya poseía vocería única en el proceso de negociaciones del Área de Libre Comercio de las Américas y la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas mediante resolución A/52/6 le había otorgado la calidad de observador ante dicho órgano.
En consecuencia, argumentaban quienes se oponían, que la posibilidad que Venezuela comenzara a manejar unilateralmente un esquema de integración con Mercosur constituía una decisión no solamente política, sino también técnica, por la complejidad propi de los procesos de integración y por los adelantos que se habían venido realizando a nivel del grupo subregional andino.
Sin embargo, los flujos comerciales intracomunitarios de la zona de libre comercio andina, por ejemplo en el caso peruano-venezolano a mediados de la década del 2000-2010, terminaron beneficiando en más de un noventa por ciento a un pequeño grupo de unas 10 empresas transnacionales, buena parte de ellas que ni siquiera pertenecían a la región andina.
De acuerdo con las estadísticas de la Superintendencia Nacional Adjunta de Aduanas de la República del Perú, adscrita a la Superintendencia Nacional de Administración Tributaria (Sunat) de esta nació andina, extraídas de su sitio en Internet (www.sunat.gob.pe), el comercio bilateral entre la República Bolivariana de Venezuela y la República del Perú se ubicó, para el año 2005, en U.S $ 825.843.114,64.
De ese monto, correspondieron a exportaciones venezolanas U.S $ 528.300.636,08 y a exportaciones peruanas U.S $ 297.542.478,56.
A la sazón, el universo arancelario entre ambos países estaba conformado por 6.558 subpartidas en las cuales se insertaban la totalidad de los bienes susceptibles de ser comercializados.
Para la fecha, el 100% de estas subpartidas arancelarias estaban desgravadas a cero, es decir todos los bienes comercializados bilateralmente ya estaban absolutamente libres de todo gravamen arancelario, lo cual en términos técnicos es llamado “Libre Comercio”, situación ésta que se presentaba desde el 31 de diciembre de 2005; sin embargo, ya durante todo ese año el 99.51% del universo arancelario estaba desgravado a cero arancel.
No obstante, al analizarse el flujo comercial correspondiente a las exportaciones venezolanas a la República del Perú, durante el período Enero-Diciembre 2005, nos encontramos con dos particulares situaciones
En primer lugar, del total de las 6.558 subpartidas, apenas 25 de ellas concentraron el 90.6% de todo ese flujo comercial, lo cual corresponde en términos de dinero a U.S. $ 478.445.601,87; pero más aún, sólo la subpartida 2709000000 correspondiente a “Aceites Crudos de Petróleo o de Mineral Bituminoso” concentraba el 61,1%.
Sobre este primer particular, si bien es cierto que este patrón obedece en buena medida a la condición de país exportador de petróleo que posee Venezuela, también es cierto que todo el universo arancelario ya estaba en condiciones de libre comercio, y aún en esta condición de liberación comercial es evidente que seguía existiendo una desmedida concentración en el flujo comercial en referencia.
De otro lado, el flujo comercial correspondiente a las exportaciones peruanas dirigidas a la República Bolivariana de Venezuela para el mismo año 2005, igualmente tomando las estadísticas oficiales de la fuente citada, refleja que los bienes comprendidos, también en sólo 25 subpartidas (de un total de 6.558), concentraron el 57.82%. Es decir, el patrón de comercio caracterizado por una altísima concentración de bienes se presenta en ambos sentidos de la relación comercial bilateral entre Perú y Venezuela.
El Perú alcanzó, durante el año 2005, la cifra más importante de toda su historia para ese momento en materia de valor de sus exportaciones al situar éstas en U.S. $ 17.000.609.413,12; sin embargo, las exportaciones peruanas para Venezuela ese año se situaron en U.S. $ 297.542.478,56 cifra que apenas representaba el 1,75 % del total de lo exportado por Perú al mundo, esto en un contexto en el cual, como se señaló, ya existía un estadio absoluto de libre comercio en la relación comercial entre los países andinos.
En segundo lugar, en lo que se constituía en una situación todavía más dramática, siempre siguiendo las estadísticas de la Superintendencia Nacional Adjunta de Aduanas del Perú, encontramos que durante todo el año 2005 un conjunto conformado por solo 10 empresas concentraron el 79.04% de todas las exportaciones venezolanas efectuadas al Perú.
De hecho, en el mismo orden en que se citan las siguientes 10 empresas concentraron, en el porcentaje indicado, el flujo comercial en referencia: Refinería La Pampilla S.A.; Petróleos del Perú-Petroperu S.A; Empresa Siderúrgica del Perú S.A.A; Corporación Aceros Arequipa S.A.; Tradi S. A.; Tubos y Perfiles Metálicos S.A.; Shell Lubricantes del Perú S.A.; Comercial del Acero S.A.; Corporación Misti S.A.; y Lubricantes y Grasas Chevron Texaco del Perú S.R.L.
Este segundo patrón, que caracteriza el intercambio comercial bilateral, no es exclusivo del año 2005. Durante el año 2004, igualmente, solo 10 empresas concentraron el 86,8% de las exportaciones venezolanas efectuadas al Perú, figurando entre ellas las “empresas peruanas” Pepsico Inc Sucursal Perú, Goodyear y Repsol YPF, entre otras, patrón que se repite, también, en los años anteriores.
Aun cuando técnicamente, desde el punto de vista jurídico, las empresas constituidas bajo jurisdicción peruana sean “empresas peruanas”, es evidente que la liberación comercial bilateral, en el marco del libre comercio andino, no estaba beneficiando, principalmente, a las empresas nacionales de ambos países, ni mucho menos a las pequeñas y medianas empresas de la región, sino que este escenario ya estaba copado por los intereses comerciales de empresas transnacionales de la talla de Chevron Texaco, Shell, Pepsico, Goodyear y Repsol, entre otras, con el agravante que el mismo patrón se repetía en la relación comercial entre el resto de los países andinos.
El segundo importante planteamiento que realizó Hugo Chávez Frías, en Brasil fue el de la creación de un ente petrolero de la región latinoamericana, que se denominaría Petroamérica, conformado principalmente por los tres grandes productores de la región Brasil, México y Venezuela, a través de sus respectivas empresas petroleras, Petróleos Brasileños (Petrobras), Petróleos Mexicanos (Pemex) y Petróleos de Venezuela (Pdvsa).
Este planteamiento estaba orientado hacia la creación de una alianza estratégica de los países latinoamericanos exportadores de petróleo para, entre otros objetivos, defender los precios internacionales del crudo, idea que formará parte importante de su accionar internacional y que lo llevará a un proceso de fortalecimiento de la diplomacia petrolera venezolana; incluso, más allá del ámbito latinoamericano al convocar para su realización en Venezuela la II reunión cumbre de soberanos y Jefes de Estados de los países miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (Opep).